miércoles, 14 de enero de 2015

Los rostros

Rostro



El rostro guarda una arquitectura que la geometría no puede corresponder a ninguna otra parte. Las líneas cambiantes de la boca, de los ojos, de la piel son una perfecta relación con lo más abstracto del hombre: sus pensamientos, sus emociones, sus sentimientos. No podemos quedarnos mirando un rostro sin suponer qué hay detrás. El rostro es la cúspide, el clímax del diseño natural, inigualable confrontación entre arte y naturaleza. El rostro nunca pasa del boceto a la perfección, se mantiene suspenso entre la línea y la obra, entre lo bello y lo desagradable, entre la expresión de alegría y de horror, entre la nada y el todo.



El rostro nos mira, juzga y juega con el engaño. Cada ceja enarbolada con la complicidad de la delgadez de una comisura que quiere que caigamos en lo que las palabras no logran. La frente fastidiada de tanto odio apretujado entre cada arruga. El mentón apuntando hacia el orgullo y los perfiles que observamos de infraganti. El rostro nos mira y lo miramos, reflejado una y cien veces en los espejos que nos atormentan y desdeñan nuestro reflejo. El rostro es ventana y marquesina de lo oculto, muestra y vela.



El rostro es usted improvisando ante el mundo, un dignatario que fracasa ante un gran teatro.