martes, 13 de septiembre de 2016


LA FICCIÓN COMO VICIO INMEMORIAL




MICROTEXTOS





ANIMAL DE VICIOS Y PALABRAS

Las palabras provocan una adicción muy particular y se desplazan como un vicio más fuerte que el adicto. En la búsqueda interminable por renovar los viejos trucos de la ficción, el hombre se ha empeñado en buscar nuevas formas que lo lleven más arriba, que le proporcione una nueva experiencia de de esa realidad hecha de lenguaje. Además, como animal voraz, se ha hecho adicto a las historias; depende de ellas como el drogadicto a la heroína o el fumador al cigarrillo; las necesita para enfrentarse a la peligrosa ilusión que las palabras alzan a su alrededor; y al no poder librarse de ese vicio echo de palabras y de engaños, ha creado su propio catálogo de ficciones:



CUÉNTAME UN CUENTO

El inicio en la ficción comienza en la niñez, cuando se aprende que con palabras se somete la existencia y se puede obtener dominio a través de ellas. El cuento infantil enseña que lo que se dice puede alterar la realidad que el lenguaje nos produce. Por tanto, al niño se le cuentan historias que lo preparen para esa realidad específica hecha de infinito verbal; y si la carencia aparece, un misterioso instinto se manifiesta, pues el niño por sí mismo solicita que le cuenten qué hay más en ese basto mundo en el que ha llegado.






EL INSTANTE

La pintura demostró que también se puede contar una historia en la contemplación. En ella las historias se presentan en el instante detenido que hay que poner en movimiento en nuestras mentes. El franco adicto a las historias encuentra una satisfacción enorme en contemplar por largo tiempo lo que se esconde en el instante cautivo de una pintura o una fotografía. Así los pintores, y posteriormente los fotógrafos, comprendieron que la noción del mundo narrativo se podía explotar desde el instante, que no era necesario encausar una sucesión de palabras o imágenes para contar la historia de alguien, o mejor dicho de algo, pues con la fotografía los objetos y el mundo material en general, terminaron por convertirse en los portadores de una nueva historia del mundo.



EL MOVIMIENTO

El cine se aprovecha de recursos que pretenden un avance del atado de la literatura a la palabra y de la imagen estática a la pintura y la fotografía. Por su naturaleza, el cine apela primero a los sentidos físicos y después a los intelectuales, siempre en busca del efecto más rápido. Así, el cine se presenta en una explosión de luz y sonido ensamblados al compás de una historia, lo que provoca que oír y ver al mismo tiempo una historia termine por ser más tentador que sentarse a leer en un silencio que puede ser fácilmente interrumpido. Por si no fuera poco en su afán de superar a las otras formas de crear ficción, el cine se hizo de sus propios lugares de consumo masivo, algo así como los antiguos centros de fumadores de opio.



¿ADICTOS A LA FICCIÓN?

La ficción, como todo vicio, tiene su mal evidente. El chisme y el cotilleo son las formas más bajas de la manifestación de este vicio tan particular. No sólo hacen que crezca un interés desmedido por conocer lo que se avecina, sino que se agrega al cotilleo aquello que emociona, disgusta o impacta, a placer de que el afectado sea el otro.





UN MUNDO PARA CADA QUIEN

Negar la realidad por medio de la ficción es casi un efecto natural, reinventar lo que disgusta o fascina por medio de la fábula, el cuento y la imaginación. Es justamente esta cualidad la que nos condena como seres de historias, pues recreamos una y otra vez las historias de felicidad, o mucho más aún, historias de infortunio.



LA ABUELA

Recreamos el mundo ficticio en base a los peligros que podemos correr en el mundo. Es así que los tópicos de la literatura y la ficción avanza de acuerdo a los problemas que la vida presenta. Esto da como resultado que el adulto se aburra con historias de princesas porque sabe que sólo se tiene que enfrentar a eso en la realidad del lenguaje y no en una realidad física. El niño aún se encuentra en proceso de distinguir entre las dos realidades y se ve acorralado entre dos mundos "posibles" y "reales". Es así que, con el paso de los años, la tragedia se vuelve el género por excelencia porque conjunta ambas realidades. Así, el adulto almacena recuerdos de sus vivencias reales, pero también los almacena de lo que la ficción le enseña y, su siguiente papel en el efecto progresivo por la conservación de la invención y la fantasía es iniciar a los otros en esa realidad narrativa, de ahí la imagen de la abuela que cuenta historias a los nietos.

 



UN ARMA DE DOBLE FILO

La ficción modifica la percepción del mundo y se usa también para el engaño y la tortura, derivaciones desprendidas de la naturaleza humana. Contar a los otros lo que no quieren escuchar, lo que disgusta, es falso o los hechos que más daño puedan causar, son tan sólo algunas maneras de lastimar con los alcances de una ficción diseñada para infligir daños.


jueves, 8 de septiembre de 2016

BACON Y BLUMENFILD: RETRATISTAS DEL HORROR


"Me gustaría que mis cuadros se vieran como
si un ser humano hubiera pasados por ellos
como un caracol, dejando un rastro de la
presencia humana y de la memoria del pasado,
igual que el caracol va dejando su baba"

Francis Bacon


EN ALGUNOS DE LOS RETRATOS que Francis Bacon hizo de sus estudios de la obra de Velázquez, en los retratos de su compañero de vida George Dyer o en sus propios autorretratos,  puso un énfasis particular en el rostro, como sería de esperarse en un retrato, pero no lo hizo explicitando lo evidente de la forma facial, no usó el trazo para pintar una identidad clara, sino una cuestionable en el movimiento detenido de la emoción. Emociones por demás inciertas que exigen un desciframiento más allá del simple rostro. Bacon no mostró las facciones como generadoras de una identidad, sino lo contrario, a través de la disolución de ellas, lo que el rostro oculta y de las emociones que subyacen en él es donde se centró para revelar la verdadera esencia de la identidad . Por su lado, Erwin Blumenfeld, fotógrafo berlinés perteneciente al movimiento dadaísta y anterior a Bacon, parece haber llegado primero a una conclusión similar. En muchas de sus fotografías encontramos esa misma noción compartida con Bacon: dotar una identidad por medio de la deformación del rostro. Ambos artistas parecieron encontrar en los rostros la expresión más clara de las consecuencias de los periodos de guerra y posguerra respectivamente para expresar con mayor claridad la noción de horror e identidad, esta última disuelta en lo convulsionante de la Europa de mitad de siglo.


Retrato de George Dyer hablando, 1966
Óleo sobre lienzo, 198 x 147,5 cm


En los retratos que hizo de Goerge Dyer, Bacon pintó las nociones apenas reconocibles del rostro, sin embargo, permiten rescatar con la mirada las facciones físicas que parecen fusionanarse con una condición interna del retratado. En Retrato de George Dyer hablando (1966) las facciones reconocibles del rostro son de la parte superior, de la región pensante y emocional, el arriba. La parte de la boca, la que debió ser más importante desde el punto de vista del título de la pintura, la presentó a pinceladas agresivas, unidas al cuello en un fárrago distorsionado que va en una caída estilizada hacia piso, como la trompa enredada de un elefante.


Dyer se encuentra en el centro de la habitación como si debiera ser juzgado, su figura es sugerente respecto a un cuerpo físico, como si en ello se encontrara lo que se debe enjuiciar. En el piso de la habitación hay seis hojas, capturadas en su movimiento de caída. El instante detenido. Las hojas están completamente en blanco, y al igual que la boca esbozada de Dyer, tampoco nos muestran algo claro.La pregunta será qué hay más allá del rostro del retratado, descubrir algo más en todos los elementos que el cuadro contiene: los focos tambaleantes que apenas producen sombra, la puerta a la que el retratado da la espalda, el cuarto de confines circulares y los colores uniformes del espacio físico. 

           Luigi Ficacci, estudioso de Bacon, dice que el pintor “se nutre exclusivamente de la existencia real en su acepción más empírica: la realidad del hecho acaecido se resuelve en la realidad del hecho artístico, en el acto de la ejecución de una forma” (Ficacci, 7). De esta manera, no es la fidelidad a la realidad lo que el trazo debe dar al espectador, sino la experiencia interna del pintor frente a su realidad. 


Tres estudios de retrato de George Dyer (sobre fondo claro), 1964
Ólio sobre lienzo, tríptico,
cada panel 35,5 x 30,5 cm


Tres estudios de retrato de George Dyer (sobre fonfo claro), (1964), es un tríptico que expone variantes sobre el rostro de un mismo individuo. En ellos se aprecia con claridad ojos, nariz, cabello, boca, barbilla; e inclusive se vislumbran algunas posibles expresiones. Son ensayos que buscan acercarse a esa experiencia interior que se convierte en real cuando el pintor logra ejecutarla en el lienzo con total sinceridad. 


Estudio de autoretrato, 1964
Óleo sobre lienzo, 155 x 140 cm



Por su lado, en Estudio de autorretrato (1964) Bacon presenta casi una nula relación del rostro con su realidad exterior. Ahora el cuerpo es el que toma el papel identitario en su postura recargada sobre un camastro de colores irreales. Una especie de introspección aumentada si se lee el cuadro desde el punto central donde las manos se entrecruzan. Además esta idea parece reforzarse si añadimos la oscuridad que se concentra en el cubo detrás de su cabeza. De esta forma, el autorretrato representar la vuelta al punto de origen: la mirada propia viéndose a sí misma, nosotros viéndonos a nosotros mismos, como en un espejo interno y bajo la neblina de la mente. 


"El espejo tiene una ventaja: interactuamos con él, nos devuelve la imagen que le ofrecemos y no nos reprocha nada, aunque a veces, mediante un mecanismo autopersecutorio, rompemos el espejo culpándolo de mostrarnos una cara indeseable y además permanente “la de siempre”. Por eso, en ocasiones el espejo nos provoca incluso terror del rostro propio y si no lo rompemos nos alejamos de él, culpándolo de nuestra cara, como si ésta dejara de existir si el espejo no existiera". (Pino, 21) 


Este “mecanismo autopersecutorio” parece ser aquello que buscó Bacon en sus retratos, mostrar no el rostro en su condición física, sino en el horror que puede llegar a producirnos en el reflejo de nuestra existencia filtrada en nuestro mente.  Carlos Pino, psiquiatra español interesado en la interpretación del rostro, asegura que “los rostros los hacemos a tenor de lo que percibimos” (Pino, 23), es decir, no por lo que es en su verdadera condición física, sino lo que nuestros sentidos internos le agregan, como es que nuestra mirada lo filtra a través de una noción "no real" que lo deforma.

Tres estudios de Muriel Belcher, 1966
Óleo sobre lienzo, tríptico,
cada panel 35,5 x 30,5 cm
Colección privada


Para Bacon debía existir una intención adicional a captar lo que hay en un rostro, una intención entremezclada del mundo interior y el mundo exterior, algo que sin duda, no podría resultar expuesto bajo las condiciones de una geometría realista o meramente física. Para el pintor “la experiencia de existir proviene de todos los sentidos y las fuerzas del ser humano, y no a través de la primacía de la vista” (Ficcacci, 7). El trazo artístico de Bacon representa el salto de lo físico a lo irracional, algo imperceptible si se usa únicamente la vista en el sentido físico y no en su uso metafórico de mostrarnos los porqués de la existencia desde la praxis de la poesía. Es decir, lo que podemos encontrar en nuestro propio rostro es una fabulación doble de nuestra identidad: el rosto expuesto al mundo bajo la mirada de nuestra mente. 

Hitlerfresse, 1933
Amsterdan

Por otra parte, en las fotografías de Blumenfeld, encontramos los mismos elementos pero expresados en término más esenciales. En la primera de las fotografías: Hitlefresse (1933), el fotógrafo sobreponer en un fotomontaje sobre el rostro de Hitler la silueta de una calavera. ¿Cómo antecedente del porvenir del holocausto? Como Bacon haría algunos años después, el rostro no se entiende en su verdadera silueta de realidad, sino en lo que esconde para los demás, de ahí que la muerte sobre el rostro de Hitler parezca una reflexión por demás evidente. En la segunda fotografía, The dictador (1937), el fotógrafo traspasa la sugerencia y pone una cabeza animal sobre unos hombros en sustitución total de la identidad física por la condición interna. 

The dictator, 1937
París


En la tercera fotografía Nude Distortion (1945) vuelve a la importancia de las facciones del rostro pero se sirve ahora de retratar un cuerpo más completo, el de una mujer desnuda que es deformada a partir de su propio reflejo y es reconstruida en un retrato que fusiona lo interior con un ambiente exterior caótico, poblado de irrealidad, vista en el reflejo desde otro interior (el del fotógrafo o el nuestro), por naturaleza también caóticos. Una triada de puntos de vista. 

Nude distortion, 1945
New York


 ¿Será que esa mujer aparentemente bella de la fotografía se interioriza en algo caótico que sólo ella ve? Así parece sugerirlo el fotógrafo. 

Blumenfield mostró que la distorsión u ocultamiento no debe darse siempre en el horror, sino que la belleza también ofrece su atractivo en el horror de la realidad. En The doe eye (1949) las siluetas y la luz excesiva borran la mayoría del rostro para exhibir sus componentes más esenciales a modo de saltimbanqui: los ojos y la boca flotando en una iluminación casi total que  resaltan el efecto que provocan estas partes del cuerpo. Ambas partes están excesivamente maquilladas, y para finalizar el efecto de la composición, el lunar a un costado de la boca cierra el triángulo de estos elementos. No se ve nada más allá de ellos. Es así que el rostro no sólo sugiere un horror como en los otros tres retratos, sino que la belleza expuesta de esta manera provoca el mismo efecto contundente que termina por dominar la mirada del espectador. . 

The doe eye, 1949
New York

Tanto Bacon como Blumenfield nos hablan de la identidad a través de la deformación de dos conceptos esenciales: el cuerpo físico y la introspección de la realidad. Para ellos, es más sincero un rostro con deformaciones específicas que sugieren un porqué de la realidad interna del retratado, que presentarlo bajo la mirada fidedigna de una realidad. Es así que lo interno, lo irracional, se exterioriza en el rostro y refuerza la identidad hacia los demás. Así es que la verdadera noción del horror no se encuentra en la naturaleza sino en el interior del hombre y a través de él, de su rostro, se expresa.


Referencias Bibliográficas:

Blumenfeld, E. Portfolio Nr. 65. Camera Work.

Castilla del Pino, C. (2009). Conductas y actitudes. Barcelona: Tusquets.

Ficacci, L., (2010). Bacon. Madrid: Taschen.



martes, 6 de septiembre de 2016

Hacia una visión de la literatura contemporánea en español 2009-2016


Dos reglas antes de iniciar la destrucción: 
Primera: acuérdate de Rulfo, memorízalo,
Estúdialo, aprópiatelo hasta hacerlo tuyo; 
Segunda: olvídate de él para siempre

Variaciones de un tema sobre Faulkner


HACE ALGUNO DÍAS, en una plática informal, salió el tema de dónde está verdaderamente la literatura contemporánea en estos últimos años. La plática pasó de una duda surgida entre la verborrea para insertarse como una duda que debía ser constatada. ¿Que hay en la literatura contemporáneo que la define? ¿Existe como tal un movimiento literario actual? A partir de esta incertidumbre me puse a enumerar las lecturas más recientes que había hecho y a preguntarme sobre lo que ofrece el mundo de la literatura de nuestros días.

Antes de empezar con el muestrario y para definir esta cuestión de nuevos rumbos contemporáneos de la literatura  me gustaría recordar aquella batalla que en la década de los noventa se dio entre los escritores de la “literatura difícil” y la “literatura fácil”. La discusión, para no variar formas y exhibir el cosmopolitismo purista, se dio entre la revista Vuelta dirigida por Octavio Paz y la Revista Nexos dirigida por Héctor Aguilar Camín. Los primeros afirmaban que no podía haber literatura sin una verdadera intención intelectual del autor, es decir, que pugnara un reto no sólo en la historia sino en la forma, que confrontara al mundo intelectual igual a un mazo que destroza una pared de roca maciza. Por su lado, el grupo de Nexos abogaba por una literatura sin tantas pretensiones, algo más accesible y mucho más inclusiva, algo así como una literatura para todos. Octavio Paz, en su infinito trono de deidad, acusaba a los involucrados con Nexos de tener un panorama limitado de lo que era una verdadera literatura. Según él, si la literatura no se presionaba así misma a renovarse se perdería con el tiempo la noción que distingue lo literario. Los opositores, acusaban a Paz de tener una visión elitista y excluyente de la literatura, lo que terminaba por alejar a un gran número de lectores, hecho paradójico a la condición de la literatura. Si es redondo o es cuadrado, ninguno de los bandos pareció plantearse la posibilidad de una convivencia equilibrada entre los dos polos.

De regreso a la pregunta inicial sobre la literatura actual, mi respuesta es que por supuesto hay una verdadera literatura contemporánea con sus propias formas e inquietudes. La literatura de los últimos años se ha perfilado para derribar las figuras de los grandes literatos que hicieron que el panorama literario se volviera rígido, excluyente. Escritores como Juan Pablo Villalobos (Fiesta en la madriguera, 2010; Si viviéramos en un lugar normal, 2012), Fabio Morabito (Emilio, los chistes y la muerte, 2009), Laia Jufresa (Umami, 2015), Valeria Luiseli (Los ingrávidos, 2013), Guadalupe Nettel (Pétalos y otras historias incómodas, 2008; Después del invierno, 2014); y Eugenio Partida (El lobo y otros cuentos, 2013; Viaje, crónicas, 2015); presenta obras tan ligeras en extensión como en forma, pero que sin embargo nos hablan de lo inmediato de nuestro mundo contemporáneo y cómo se une al todo que es la globalización.




Entre otros contemporáneos, estos escritores nos pintan un panorama que no ha dejado de preocuparse por la forma, pero que toman en consideración que la literatura más que nunca se ha vuelto un negocio y para subsistir se debe llegar a los lectores. Se ha dejado cada vez más lo voluminoso e intrincado como signo intelectual y se opta por una literatura más ligera, acorde a los ritmos de nuestra sociedad actual. No niego que no haya una literatura contemporáneo como la que defendía Paz; por supuesto que la hay. Autores como Pilar Adón con su novela Las efímeras (2015) demostró que se sigue haciendo una literatura que ofrece al lector más que una simple historia novelada. O Sara Mesa, que aún conserva con total evidencia en su uso de los diálogos, la formación de una vieja costumbre pero, que sin embargo,  no se resisten a incursionar en una literatura más audaz que entable un diálogo con el lector no sólo en su forma, sino en los temas que uno vive a diario. Un ejemplo de esto se muestra en su novela Cicatriz (2015) que trata sobre las relaciones a distancia por internet, el robo y el amor ilusorio que la red se empeña en formarnos en el mundo virtual. En la novela uno de los personajes principales, Knut, es un conocedor de la literatura que frecuenta chats literarios y juzga la falta de criterio literario de los otros. ¿La misma lucha entre Vuelta y Nexos, entre el ignorante de la literatura y el conocedor? Por supuesto, sólo que Mesa ironiza a un personaje escondido en sus conocimientos literarios detrás de un computador.

Siguiendo el mismo hilo, debemos a autores como Ignacio Padilla, Jorge Volpi y demás autores de la generación del Crack, también involucrados en la batalla de los noventa, que abogaron por dejar ir a figuras como Rulfo o García Márquez, que más que ayudar a formar una nueva literatura en los noventa, se estaban volviendo nocivos para los nuevos escritores que no podían deshacerse de su sombra que los perseguía en todo momento, materializándose inconscientemente en sus obras y en críticos literarios más cercanos a un virus que termina por volver siempre al pasado. No es que se negaran sus valiosas aportaciones, las cuales son incluso hasta excesivas; sino que abogaban se pintara un nuevo camino más allá de pueblitos embrujados o ángeles que caen del cielo. En su icónico intento de obra grupal Variaciones de un tema sobre Faulkner (1989), los autores del Crack crearon a Hugo, un personaje obsesionado por imitar a Rulfo y posteriormente a García Márquez, que es condenado a perecer por apegarse con tal obsesión a las formas del pasado.

Hugo se muda a Guanajuato para escribir su obra. Es guiado por el instinto del ruralismo rulfiano y el fantasma de una Cómala que se materializan en una obra tan complicada, no en su ímpetu transgresor, sino en su enredosa forma de recursos extraliterarios. Hugo, como autor del mundo de Cruz de piedra, terminaba por explicar los recursos de sus propias historias, al ser confusión lo único que ofrecían sus cuentos. Tan allá va su escritura, que el editor de Hugo termina por expresar ya fastidiado la “enorme originalidad de su escritura” a la que llega el escritor y tras leer el manuscrito responde: “Esta obra sí que es original. Es una mierda” (García, 17). Esta obsesión y fracaso por apegarse a las formas de los grandes autores del pasado lleva a Hugo al borde del suicidio. Por otro lado, en el título de la novela el grupo del Crack satirizó aquella famosa negación de Rulfo de nunca haber leído a William Faulkner. Al parecer el cambio de siglo se preparaba en un cambio total para la literatura mexicana.




Los resultados de no dejar ir esas figuras icónicas de la literatura fueran tan evidentes en las generaciones posteriores a Rulfo y García Márquez: la escritura rural que se arrastraba desde el siglo XIX y que todavía persistía a inicios de los noventa, pero que ahora ya tenía todo de rulfiana; la degradación del realismo mágico en las generaciones posteriores a García Márquez, donde ya no se sabía dónde estaba el realismo mágico o si era sólo fantasía imitativa contada a la moda. Pasar de un Cien años de soledad que se erguía en una completitud humana de la herencia como maldición; a un Como agua para chocolate que pintó un feminismo rosa y por demás ilusorio que paradójicamente se defendía desde la cocina de Tita entre lagrimeos excesivos y pasiones que desarmaban a la mujer en su lucha por el hombre.

A este respecto, el eco de esta batalla en la literatura contemporáneo en español, lo tenemos muy claro en Juan Pablo Villalobos. El autor tapatío satiriza lo rural en su novela Si viviéramos en un lugar (2012) al formarla por medio de un lenguaje y una lógica temporal sencillos, desprovisto de aquella esencia rulfiana llena de misterio y confusión; pinta además, lo rural como una comedia absurda de creencias en ovnis, personajes que luchan por comerse la última quesadilla del plato y la exhibición de la moda de tener casas de campo de arquitectura lujosa en una sierra rodeada de viviendas pobres. Por otro lado, en su novela Fiesta en la madriguera (2010) nos cuenta su versión sobre el narcotráfico mexicano desde el punto de vista de un niño, hijo de un narcotraficante que le da por tener los lujos más absurdos. La novela, narrada en primera persona, está escrita en el lenguaje propio de la edad del niño y las visiones que nos ofrece son bajo esa inocencia de ver a su padre narcotraficante como un gran hombre que ofrece amor a su familia. En ambas novelas vemos ese cambio que se buscaba desde inicios de los noventa, al menos en la literatura mexicana.



Por su lado, Eugenio Partida parece ser uno de los representantes de esta incesante ruptura entre la vieja tradición y el nuevo panorama. En su libro El lobo y otros cuentos (Arlequín, 2013), no sólo toma cuentos clásicos para dotarlos de condición contemporánea, sino que raya el mundo de lo absurdo en su máximo nivel. Satiriza, al igual que Villalobos las grandes formas literarias, desde el cuento infantil de la caperucita roja, hasta las figuras de la literatura universal como Moliere, Rulfo e incluso comete el acto acaso de valentía de ridiculizar aún más a la figura de Don Quijote de la Mancha. En su cuento La lejanía nos cuenta la historia de un pueblo de reminiscencias rulfianas pero donde se mezclan personajes de la cultura hollywoodense. En su cuento titulado Facundo Quezada cuenta la historia, al más puro estilo cervantino, de un pueblerino que se enajena con la telenovelas y pierde la razón, a tal grado de volverse loco y vender su herencia, hacerse un transgénero pop y partir en su auto convertible, a modo de aventura quijotesca, a la búsqueda de su amado ideal sacado de las figuras del galán de telenovela. Por otra parte, en su más reciente novela Viajes, crónicas (Arlequín, 2015), da un paso más allá contra las viejas formas. En ella se cuenta vivencias personales del autor desprovistas de un lenguaje literario formal, el autor se centra en atrapar la esencia de la experiencia como forma fundamental de la literatura. Por eso en su novela se narra un viaje a manera de crónica que empieza en Cuba, pasa por Ámsterdam, Lisboa, Alaska, Marruecos para culminar en sus andares de la niñez en un pueblito de Jalisco. ¿Qué forma más evidente contra la noción regionalista podemos encontrar? ¿Estarían orgullosos las voces de la literatura difícil de Vuelta ante este panorama o serían más bien los de Nexos en apoyar este incesante cambio?




Siguiente el mismo orden de ideas, escritoras como Laia Jufresa o Verónica Gerber van más allá de la literatura como expresión escrita. Sus novelas Umami (2015) y Conjunto vacío (2015) ya son todo un estuche interdisciplinario donde la imagen y la palabra se entrecruzan. En la novela de Gerber hay un diálogo entre la escritura y la forma geométrica, entre lo literario y lo matemático, se intercalan las narraciones entre hechos materializados en palabras y hechos materializados en imágenes. Por su lado, en Jufresa vemos cómo la forma arquitectónica de un coto altera por completo la vida de sus personajes y se vincula con el quinto sabor que nuestra lengua percibe, el umami, todo hacia una búsqueda de la plenitud exterior (arquitectura) e interior (sabores).  Ellas son un ejemplo claro de las inquietudes que mueven a esta generación de escritores. Es indudable que con tanta variedad de propuestas narrativas se pueda negar la transición que se vive en la literatura de los años en curso. Valeria Luiseli, por su parte, parece aún conservar aquellos ecos de la forma complicada en su novela Los ingrávidos (2013), donde se entrecruzan narraciones entre pequeños fragmentos de realidades paralelas. Sin embargo, su literatura, al igual que Partida, ya no aboga por la búsqueda absoluta de un único lugar como génesis de su literatura, punto tan importante en aquellos escritores de la segunda mitad del siglo pasado

Por otro lado, Guadalupe Nettel parece seguir el mismo rechazo al incisivo regionalismo que dominó la literatura mexicana del siglo XX y pasa también a mostrar sus historias en un mundo más amplio. Su literatura, al igual que Pilar Adón y Marina Perezagua, parten de derribar la escritura femenina como forma de debilidad y defensa, para pasar a ser una literatura que habla de inquietudes más centrales como enfermedades venéreas, deformaciones que terminan con seres amados, perversiones sexuales o asesinatos en comunidades new age aisladas que retornan al salvajismo prehistórico. ¿Será que todas estas muestras enumeradas hasta aquí conllevan aquello que Paz denunciaba como reformista o son tan sólo la transición hacia una literatura más consolidada?

Una vez hecha esta presentación del panorama literario, es importante abrirnos como lo hizo la generación del Crack a nuevos lenguajes, no guiados tan sólo por la categorías de “literatura fácil” y “literatura difícil”, que terminan por ser términos tan fastidiosos y carentes de la verdadera esencia de la literatura: el contacto con la múltiple variedad de lectores. Partir de esto nos permite tener una recepción más amplia con lo muy contemporáneo, ver la literatura más allá de su noción de máximo arte, prestarse a vislumbrar lo que en unos años, quizá, formará parte de los clásicos en nuestra lengua. ¿O es que a usted no lo emociona enterarse, unos años después, que la novela que leyó ese lejano septiembre de 2016 terminó por convertirse en un clásico de la literatura? ¿No le emociona saber qué leyó en su primera edición y en su año de publicación lo que pasaría a formar parte de la memoria de la humanidad, como en su momento lo fue Rayuela, Cien años de soledad o Pedro Páramo? Después de todo, uno nunca sabe a dónde va a parar el mundo de la literatura.

Por otra parte, las revistas literarias independientes parecen resurgir entre el mundo universitario y el internet. Al parecer, una revista de este tipo permite la inclusión de literaturas tan recientes, temas a los que las revistas literarias consolidadas parecen huir por desconocer los alcances económicos que este fenómeno les puede propiciar. La preocupación del medio de difusión ha transformado, además, nuestro panorama literario, y en las revistas universitarias o en la web se aventura a mostrar al mundo la literatura contemporáneo más descabellada en formas y contenidos: iconos de la informática, sentimientos materializados en el internet y las redes sociales o la mezcla de las disciplinas artísticas hacia nuevos lenguajes son sólo algunos ejemplos. (Para ahondar en este tema léase Escritura no creativa: la gestión del lenguaje en la era digital, de Kennet Golsdmith)

En conclusión, la nueva tendencia literaria se abre a panoramas nuevos que parten de convicciones de abandonar las viejas formas y consolidar unas nuevas que no tengan un estigma de la rigidez de la "literatura difícil", y que evitan caer en la oquedad de una "literatura fácil" en su expresión más simple. Además, es necesario resaltar que a pesar de los grandes cambios literarios que se están dando en la actualidad, la vieja escuela aún no muere, ahí tenemos a Mario Vargas Llosa que parece aferrarse a los ideales de una literatura comprometida tanto en su forma como en su contenido pero que ha agarrado el gusto de la farándula; a un Ricardo Piglia que ha optado por reciclar las formas que le dieron fama; o a un Enrique Serna que se empeña por incomodar al lector. En otros idiomas tenemos a una Alice Munro que demostró que el cuento se podía renovar más allá de los limitantes de su forma; y a una Svetlana Alexiévich que bajo su formación periodística nos mostró qué tan importante es la literatura en la formación humana del hombre, para no olvidar y aprender de las grandes tragedias que han sobrevenido a la humanidad.




         Y usted, qué ha leído últimamente que le parezca realmente contemporáneo; o es quizá de aquellos que vienen desde el siglo pasado igual a costras difícil de quitar y que creen fervientemente que la “literatura fácil” no es más que historias de folletín para entretener a los asiduos de las telenovelas. Y por último, ya ahora sí, deje que Rulfo y compañía se queden en el lugar que la historia les asignó, pero no permita que se conviertan en un lastre que jamás pueda echar a tierra, ni mucho menos sienta que comete una herejía. Pero recuerde ante todo, que “la tradición de la ruptura” se vendrá aunque usted no lo quiera.


Nota: La reflexión del artículo se ha dado a partir de la lectura de los autores mencionados y no presenta una visión única e inmodificable. El artículo está abierto a sugerencias de lectura y a intercambio de puntos de vista.