Hacia una visión de la literatura contemporánea en español 2009-2016
Dos reglas antes de iniciar la destrucción:
Primera: acuérdate de Rulfo, memorízalo,
Estúdialo, aprópiatelo hasta hacerlo tuyo;
Segunda: olvídate de él para siempre
Variaciones de un tema sobre
Faulkner
HACE ALGUNO DÍAS, en una plática informal, salió el
tema de dónde está verdaderamente la literatura contemporánea en estos últimos
años. La plática pasó de una duda surgida entre la verborrea para insertarse
como una duda que debía ser constatada. ¿Que hay en la literatura contemporáneo
que la define? ¿Existe como tal un movimiento literario actual? A partir de
esta incertidumbre me puse a enumerar las lecturas más recientes que había
hecho y a preguntarme sobre lo que ofrece el mundo de la literatura de nuestros
días.
Antes de empezar con el muestrario y para definir esta
cuestión de nuevos rumbos contemporáneos de la literatura me gustaría recordar aquella batalla que en la
década de los noventa se dio entre los escritores de la “literatura difícil” y
la “literatura fácil”. La discusión, para no variar formas y exhibir el
cosmopolitismo purista, se dio entre la revista Vuelta dirigida por Octavio Paz y la Revista Nexos dirigida por Héctor Aguilar Camín. Los primeros afirmaban que
no podía haber literatura sin una verdadera intención intelectual del autor, es
decir, que pugnara un reto no sólo en la historia sino en la forma, que
confrontara al mundo intelectual igual a un mazo que destroza una pared de roca
maciza. Por su lado, el grupo de Nexos
abogaba por una literatura sin tantas pretensiones, algo más accesible y mucho
más inclusiva, algo así como una literatura para todos. Octavio Paz, en su
infinito trono de deidad, acusaba a los involucrados con Nexos de tener un panorama limitado de lo que era una verdadera
literatura. Según él, si la literatura no se presionaba así misma a renovarse
se perdería con el tiempo la noción que distingue lo literario. Los opositores,
acusaban a Paz de tener una visión elitista y excluyente de la literatura, lo
que terminaba por alejar a un gran número de lectores, hecho paradójico a la condición
de la literatura. Si es redondo o es cuadrado, ninguno de los bandos pareció
plantearse la posibilidad de una convivencia equilibrada entre los dos polos.
De regreso a la pregunta inicial sobre la literatura
actual, mi respuesta es que por supuesto hay una verdadera literatura
contemporánea con sus propias formas e inquietudes. La literatura de los
últimos años se ha perfilado para derribar las figuras de los grandes literatos
que hicieron que el panorama literario se volviera rígido, excluyente. Escritores
como Juan Pablo Villalobos (Fiesta en la madriguera, 2010; Si viviéramos en un
lugar normal, 2012), Fabio Morabito (Emilio, los chistes y la muerte, 2009),
Laia Jufresa (Umami, 2015), Valeria Luiseli (Los ingrávidos, 2013), Guadalupe
Nettel (Pétalos y otras historias incómodas, 2008; Después del invierno, 2014);
y Eugenio Partida (El lobo y otros cuentos, 2013; Viaje, crónicas, 2015); presenta
obras tan ligeras en extensión como en forma, pero que sin embargo nos hablan
de lo inmediato de nuestro mundo contemporáneo y cómo se une al todo que es la
globalización.
Entre otros contemporáneos, estos escritores nos pintan un panorama que no ha dejado de
preocuparse por la forma, pero que toman en consideración que la literatura más que nunca se ha vuelto un negocio y para
subsistir se debe llegar a los lectores. Se ha dejado cada vez más lo
voluminoso e intrincado como signo intelectual y se opta por una literatura más
ligera, acorde a los ritmos de nuestra sociedad actual. No niego que no haya una
literatura contemporáneo como la que defendía Paz; por supuesto que la hay. Autores
como Pilar Adón con su novela Las
efímeras (2015) demostró que se sigue haciendo una literatura que ofrece al
lector más que una simple historia novelada. O Sara Mesa, que aún conserva con
total evidencia en su uso de los diálogos, la formación de una vieja costumbre pero, que sin embargo, no se resisten a
incursionar en una literatura más audaz que entable un diálogo con el lector no
sólo en su forma, sino en los temas que uno vive a diario. Un ejemplo de esto se
muestra en su novela Cicatriz (2015) que trata sobre las relaciones a distancia
por internet, el robo y el amor ilusorio que la red se empeña en formarnos en
el mundo virtual. En la novela uno de los personajes principales, Knut, es un conocedor de la literatura que frecuenta chats literarios y juzga la falta de criterio literario de los otros. ¿La misma lucha entre Vuelta y Nexos, entre el ignorante de la literatura y el conocedor? Por supuesto, sólo que Mesa ironiza a un personaje escondido en sus conocimientos literarios detrás de un computador.
Siguiendo el mismo hilo, debemos a autores como Ignacio
Padilla, Jorge Volpi y demás autores de la generación del Crack, también involucrados en la batalla de los noventa, que
abogaron por dejar ir a figuras como Rulfo o García Márquez, que más que ayudar
a formar una nueva literatura en los noventa, se estaban volviendo nocivos para
los nuevos escritores que no podían deshacerse de su sombra que los perseguía
en todo momento, materializándose inconscientemente en sus obras y en críticos
literarios más cercanos a un virus que termina por volver siempre al pasado. No
es que se negaran sus valiosas aportaciones, las cuales son incluso hasta
excesivas; sino que abogaban se pintara un nuevo camino más allá de pueblitos
embrujados o ángeles que caen del cielo. En su icónico intento de obra grupal Variaciones de un tema sobre Faulkner (1989), los
autores del Crack crearon a Hugo, un personaje obsesionado por imitar a Rulfo y
posteriormente a García Márquez, que es condenado a perecer por apegarse con tal
obsesión a las formas del pasado.
Hugo se muda a Guanajuato para escribir su obra. Es guiado
por el instinto del ruralismo rulfiano
y el fantasma de una Cómala que se materializan en una obra tan complicada, no en
su ímpetu transgresor, sino en su enredosa forma de recursos extraliterarios. Hugo,
como autor del mundo de Cruz de piedra, terminaba por explicar los recursos de
sus propias historias, al ser confusión lo único que ofrecían sus cuentos. Tan allá va su
escritura, que el editor de Hugo termina por expresar ya fastidiado la “enorme
originalidad de su escritura” a la que llega el escritor y tras leer el
manuscrito responde: “Esta obra sí que es original. Es una mierda” (García, 17). Esta
obsesión y fracaso por apegarse a las formas de los grandes autores del pasado lleva
a Hugo al borde del suicidio. Por otro lado, en el título de la novela el
grupo del Crack satirizó aquella famosa negación de Rulfo de nunca haber leído
a William Faulkner. Al parecer el cambio de siglo se preparaba en un cambio
total para la literatura mexicana.
Los resultados de no dejar ir esas figuras icónicas de
la literatura fueran tan evidentes en las generaciones posteriores a Rulfo y García Márquez: la escritura rural que se arrastraba desde el siglo XIX y que todavía
persistía a inicios de los noventa, pero que ahora ya tenía todo de rulfiana; la degradación del realismo
mágico en las generaciones posteriores a García Márquez, donde ya no se sabía
dónde estaba el realismo mágico o si era sólo fantasía imitativa contada a la moda.
Pasar de un Cien años de soledad que
se erguía en una completitud humana de la herencia como maldición; a un Como agua para chocolate que pintó un
feminismo rosa y por demás ilusorio que paradójicamente se defendía desde la
cocina de Tita entre lagrimeos excesivos y pasiones que desarmaban a la mujer
en su lucha por el hombre.
A este respecto, el eco de esta batalla en la
literatura contemporáneo en español, lo tenemos muy claro en Juan Pablo
Villalobos. El autor tapatío satiriza lo rural en su novela Si viviéramos en un lugar (2012) al formarla
por medio de un lenguaje y una lógica temporal sencillos, desprovisto de
aquella esencia rulfiana llena de
misterio y confusión; pinta además, lo rural como una comedia absurda de
creencias en ovnis, personajes que luchan por comerse la última quesadilla del
plato y la exhibición de la moda de tener casas de campo de arquitectura lujosa
en una sierra rodeada de viviendas pobres. Por otro lado, en su novela Fiesta en la madriguera (2010) nos cuenta su
versión sobre el narcotráfico mexicano desde el punto de vista de un niño, hijo de un narcotraficante que le da por tener los lujos más
absurdos. La novela, narrada en primera persona, está escrita en el lenguaje
propio de la edad del niño y las visiones que nos ofrece son bajo esa inocencia
de ver a su padre narcotraficante como un gran hombre que ofrece amor a su
familia. En ambas novelas vemos ese cambio que se buscaba desde inicios de los noventa, al menos en la literatura mexicana.
Por su lado, Eugenio Partida parece ser uno de los
representantes de esta incesante ruptura entre la vieja tradición y el nuevo
panorama. En su libro El lobo y otros
cuentos (Arlequín, 2013), no sólo toma cuentos clásicos para dotarlos de
condición contemporánea, sino que raya el mundo de lo absurdo en su máximo
nivel. Satiriza, al igual que Villalobos las grandes formas literarias, desde
el cuento infantil de la caperucita roja, hasta las figuras de la literatura
universal como Moliere, Rulfo e incluso comete el acto acaso de valentía de
ridiculizar aún más a la figura de Don Quijote de la Mancha. En su cuento La
lejanía nos cuenta la historia de un pueblo de reminiscencias rulfianas pero donde se mezclan
personajes de la cultura hollywoodense. En su cuento titulado Facundo Quezada
cuenta la historia, al más puro estilo cervantino, de un pueblerino que se
enajena con la telenovelas y pierde la razón, a tal grado de volverse loco y
vender su herencia, hacerse un transgénero pop y partir en su auto convertible,
a modo de aventura quijotesca, a la búsqueda de su amado ideal sacado de las
figuras del galán de telenovela. Por otra parte, en su más reciente novela Viajes, crónicas (Arlequín, 2015), da un
paso más allá contra las viejas formas. En ella se cuenta vivencias personales del
autor desprovistas de un lenguaje literario formal, el autor se centra en
atrapar la esencia de la experiencia como forma fundamental de la literatura. Por
eso en su novela se narra un viaje a manera de crónica que empieza en Cuba, pasa por Ámsterdam,
Lisboa, Alaska, Marruecos para culminar en sus andares de la niñez en un
pueblito de Jalisco. ¿Qué forma más evidente contra la noción regionalista
podemos encontrar? ¿Estarían orgullosos las voces de la literatura difícil de
Vuelta ante este panorama o serían más bien los de Nexos en apoyar este
incesante cambio?
Siguiente el mismo orden de ideas, escritoras como
Laia Jufresa o Verónica Gerber van más allá de la literatura como expresión
escrita. Sus novelas Umami (2015) y Conjunto vacío (2015) ya son todo un estuche
interdisciplinario donde la imagen y la palabra se entrecruzan. En la novela de
Gerber hay un diálogo entre la escritura y la forma geométrica, entre lo
literario y lo matemático, se intercalan las narraciones entre hechos
materializados en palabras y hechos materializados en imágenes. Por su lado, en Jufresa
vemos cómo la forma arquitectónica de un coto altera por completo la vida de
sus personajes y se vincula con el quinto sabor que nuestra lengua percibe, el
umami, todo hacia una búsqueda de la plenitud exterior (arquitectura) e interior (sabores). Ellas son un ejemplo claro de las inquietudes
que mueven a esta generación de escritores. Es indudable que con tanta variedad
de propuestas narrativas se pueda negar la transición que se vive en la
literatura de los años en curso. Valeria Luiseli, por su parte, parece aún
conservar aquellos ecos de la forma complicada en su novela Los ingrávidos (2013),
donde se entrecruzan narraciones entre pequeños fragmentos de realidades
paralelas. Sin embargo, su literatura, al igual que Partida, ya no aboga por la
búsqueda absoluta de un único lugar como génesis de su literatura, punto tan
importante en aquellos escritores de la segunda mitad del siglo pasado
Por otro lado, Guadalupe Nettel parece seguir el mismo
rechazo al incisivo regionalismo que dominó la literatura mexicana del siglo XX
y pasa también a mostrar sus historias en un mundo más amplio. Su literatura,
al igual que Pilar Adón y Marina Perezagua, parten de derribar la escritura
femenina como forma de debilidad y defensa, para pasar a ser una literatura que
habla de inquietudes más centrales como enfermedades venéreas, deformaciones que terminan con seres amados,
perversiones sexuales o asesinatos en comunidades new age aisladas que retornan al salvajismo prehistórico. ¿Será que
todas estas muestras enumeradas hasta aquí conllevan aquello que Paz denunciaba
como reformista o son tan sólo la transición hacia una literatura más
consolidada?
Una vez hecha esta presentación del panorama literario,
es importante abrirnos como lo hizo la generación del Crack a nuevos lenguajes,
no guiados tan sólo por la categorías de “literatura fácil” y “literatura
difícil”, que terminan por ser términos tan fastidiosos y carentes de la
verdadera esencia de la literatura: el contacto con la múltiple variedad de
lectores. Partir de esto nos permite tener una recepción más amplia con lo muy
contemporáneo, ver la literatura más allá de su noción de máximo arte, prestarse a vislumbrar lo que en unos años, quizá,
formará parte de los clásicos en nuestra lengua. ¿O es que a usted no lo
emociona enterarse, unos años después, que la novela que leyó ese lejano septiembre
de 2016 terminó por convertirse en un clásico de la literatura? ¿No le emociona
saber qué leyó en su primera edición y en su año de publicación lo que pasaría
a formar parte de la memoria de la humanidad, como en su momento lo fue
Rayuela, Cien años de soledad o Pedro Páramo? Después de todo, uno nunca sabe a
dónde va a parar el mundo de la literatura.
Por otra parte, las revistas literarias independientes
parecen resurgir entre el mundo universitario y el internet. Al parecer, una
revista de este tipo permite la inclusión de literaturas tan recientes, temas a
los que las revistas literarias consolidadas parecen huir por desconocer los alcances
económicos que este fenómeno les puede propiciar. La preocupación del medio de
difusión ha transformado, además, nuestro panorama literario, y en las revistas
universitarias o en la web se aventura a mostrar al mundo la literatura
contemporáneo más descabellada en formas y contenidos: iconos de la
informática, sentimientos materializados en el internet y las redes sociales o
la mezcla de las disciplinas artísticas hacia nuevos lenguajes son sólo algunos
ejemplos. (Para ahondar en este tema léase Escritura no creativa: la gestión
del lenguaje en la era digital, de Kennet Golsdmith)
En conclusión, la nueva tendencia literaria se
abre a panoramas nuevos que parten de convicciones de abandonar las viejas formas y consolidar unas nuevas que no tengan un estigma de la rigidez de la "literatura difícil", y que evitan caer en la oquedad de una "literatura fácil" en su expresión más simple.
Además, es necesario resaltar que a pesar de
los grandes cambios literarios que se están dando en la actualidad, la vieja
escuela aún no muere, ahí tenemos a Mario Vargas Llosa que
parece aferrarse a los ideales de una literatura comprometida tanto en su forma
como en su contenido pero que ha agarrado el gusto de la farándula; a un
Ricardo Piglia que ha optado por reciclar las formas que le dieron fama; o a un
Enrique Serna que se empeña por incomodar al lector. En otros idiomas tenemos a
una Alice Munro que demostró que el cuento se podía renovar más allá de los
limitantes de su forma; y a una Svetlana Alexiévich que bajo su formación
periodística nos mostró qué tan importante es la literatura en la formación
humana del hombre, para no olvidar y aprender de las grandes tragedias que han
sobrevenido a la humanidad.
Y usted, qué ha leído últimamente que le parezca
realmente contemporáneo; o es quizá de aquellos que vienen desde el siglo
pasado igual a costras difícil de quitar y que creen fervientemente que la
“literatura fácil” no es más que historias de folletín para entretener a los
asiduos de las telenovelas. Y por último, ya ahora sí, deje que Rulfo y
compañía se queden en el lugar que la historia les asignó, pero no permita que
se conviertan en un lastre que jamás pueda echar a tierra, ni mucho menos
sienta que comete una herejía. Pero recuerde ante todo, que “la tradición de la
ruptura” se vendrá aunque usted no lo quiera.
Nota: La reflexión del artículo se ha dado a partir de
la lectura de los autores mencionados y no presenta una visión única e
inmodificable. El artículo está abierto a sugerencias de lectura y a
intercambio de puntos de vista.
Tengo que volver a mis viejas pesquisas intuitivas por las librerías, aunque ahora pensando en títulos contemporáneos. Me gusta la idea de encontrar joyitas aún no aclamadas por la crítica. A ver si la vida me da mi lugar y puedo ganar dinero sin sacrificar demasiado.
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